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Seguís con la palabra. Volvemos a retomar las colaboraciones de nuestros lectores con un interesante artículo. Esta vez, Natxo Hernández nos trae uno muy inspirador que no deberíais perderos…

Conviene para no perder la perspectiva de utilizar elementos comparativos cercanos o lejanos que nos ayuden a ponernos en nuestro sitio. A nivel vital es sencilla la comparación y, por lo tanto, la reubicación. El manoseado término “estado del bienestar” se va yendo por donde vino y ahora para juntar mil euros tienes que juntar dos trabajos, mínimo.

Si trabajas por cuenta ajena lo tienes mal. Eres maltratado y manoseado por el empresario que sabe que debajo de la piedra donde te encontró habitan otros como tú y quizás más baratos. No tienes ni la menor idea de cómo llegar a fin de mes y ni mucho menos te planteas cumplir los 35 fuera de la habitación donde cumpliste los primeros cinco. Nada parece lo que te dijeron que era o iba a ser y por si acaso se te ocurre reclamarlo; en el congreso legislan para evitarte ese sufrimiento y en la puerta aguardan unos señores con escudo y porra que imploran que recuerdes que, no debes protestar.

Esa es la realidad. Así de cruda. Muy resumida. A mí me gusta llevar al individuo al extremo, y entonces le pido que compre un billete mental y por lo tanto barato y fusione su alma con la de un sirio, un afgano o un iraquí. Le doy a elegir.

A partir de aquí todo parece cambiar. Si no hacemos acopio del egoísmo innato que existe en nuestra raza y conseguimos ponernos en la piel de esa gente quizás veamos las cosas con perspectiva. La visión cenital de nuestra vida cambiará si la comparamos con otros iguales a nosotros que disponen del mismo número de fusiles “AK-47’s” que nosotros de “smartphones”. La risa que le puede dar a un sirio tus quejas o las mías se pueden escuchar en medio mundo.

¿Consuela? Seguro que no, pero debería.

Los autónomos tendemos a quejarnos de igual forma que lo hacemos con “Paco” tomando una cerveza en las puertas del Congreso. Los empresarios no digamos. Los que somos las dos cosas quizás nos quejemos proporcionalmente, es decir, dos veces. Pagamos más impuestos que un trabajador por cuenta ajena y tenemos menos protección social. Infinitamente menos protección social.

De nosotros depende nuestro “modus vivendi” y el de los trabajadores que tenemos contratados. En el momento en el que decidimos cambiar de la acera de los buenos, (los trabajadores adscritos al Régimen General), y nos pasamos al bando de los proscritos, (los autónomos y empresarios gordos, que fuman puros y oprimen), quedamos estigmatizados.

Todo esto es medio cierto. Y es en ese momento en el que a mí me gusta ponerme en la piel del otro. Y es ahí donde valoro que mi vida como autónomo y empresario y a pesar de nuestra estigmatización siempre será infinitamente mejor que la del trabajador por cuenta ajena.

Tenemos un derecho limitado a quejarnos inversamente proporcional a la obligación que tenemos en hacer más por los trabajadores. Somos libres. Decidimos en su día ser lo que somos y ahí sí, tenemos el imperativo moral de ser consecuentes con esa decisión aportando y sumando.


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